martes, 24 de marzo de 2009

Acentos Diacríticos

Cuando las palabras suenan igual, pero no significan lo mismo.
  1. Ahí vs ¡Ay! vs Hay
    Creo que es de los errores más comunes, ya que las tres palabras suenan igual.
    Ahí: sirve para indicar una dirección, un lugar.
    Ahí está la salida.
    El camino correcto es por ahí.
    Hay: viene del verbo HABER, por lo tanto se escribe con hache y significa que existe algo.
    En esta caja hay tres juguetes.
    Todavía hay posibilidades de ganar el partido.
    ¡Ay!: es una exclamación, esto significa que lo utilizarás cuando ocurra algo sorpresivo.
    ¡Ay, mis hijos!
    ¡Ay! Me diste un pelotazo.
    Compara:
    ¡Ahí nos vemos!
    ¡Ay que dolor!
    Todavía hay mucho por hacer.
  2. Tú vs Tu
    Tú: hace referencia a tu interlocutor (segunda persona). Es un pronombre, por lo que siempre va a usarse cuando quieras indicar a alguien.
    ¡Solamente tú puedes salvar al mundo!
    Tú vales mucho y mereces respeto.
    Tu: lo utilizarás cuando quieras indicar que una segunda persona posee algo.
    Tu perro apesta.
    Éste es tu libro
    Compara:
    Fuiste tu verdugo (esa persona fue su propio verdugo).
    Fuiste tú el culpable (esa persona tiene la culpa).
  3. El vs Él
    El: es un artículo (igual que la, los y las).
    El perro es blanco.
    Estoy buscando el sombrero gris.
    Él: éste es otro pronombre y al igual que “tú”, se utiliza cuando hagas referencia a alguien.
    Él escribe de maravilla.
    No estoy seguro, pero creo que es él a quien buscamos.
    Compara:
    El viernes tenemos junta con el alcalde.
    Él siempre está contando chistes.
  4. Sólo (Solamente) vs Solo
    Solo: cuando una persona se encuentra en soledad (si puedes sustituirlo por “solito”, entonces no lo acentúes).
    Después de la fiesta se quedó solo en su habitación [... se quedó solito en su habitación].
    Se sentía tan solo que decidió comprarse un caballo [... tan solito que decidió...].
    Sólo: si puedes sustituir en tu oración la palabra “sólo” por “solamente“, entonces lleva acento.
    Prometo escribirte una canción, pero sólo si me perdonas [… pero solamente si me perdonas].
    Sólo quiero saber por qué no acentúas bien [Solamente quiero saber...].
    Compara:
    Si no estuviera tan solo, estaría más acompañado.
    Si sólo pudiera conseguir la llave, saldría más rápido.
  5. Mas vs Más
    Mas: sin acento es una conjunción, esto quiere decir que une dos oraciones (equivale a: pero, aunque, sin embargo, no obstante, antes bien).
    Quisiera un Ferrari, mas no tengo suficiente dinero [... pero no tengo suficiente dinero].
    Más: adverbio de cantidad, significa que al comparar dos cantidades o medidas una será mayor.
    Quiero más sopa.
    Canadá tiene más territorio que Filipinas
    Compara:
    No puedo más.
    No puedo, mas lo intento.
  6. Que, Quien, Como, Donde, Cuando vs Qué, Quién, Cómo, Dónde, Cuándo
    Aunque parezca confuso, estos son los más fáciles de distinguir: si utilizas signos de admiración (¡!) o interrogación (¿?)… entonces ¡ponle tilde! Otra forma de saber si le pones o no le pones acento es preguntándote: ¿me refiero a una pregunta o exclamación? Si la respuesta es sí, entonces ponle tilde.
    ¿Cómo puedo saber si lleva acento?
    Durante el asalto no sabía ni quién estaba junto a mí [“... quién estaba junto a mí”, al llevar acento, da una muestra de inquietud, duda o desconocimiento de lo que se está hablando, por lo que sigue siendo una pregunta aunque no se encuentre entre signos de interrogación. Si no llevara a acento, “... quien estaba junto a mí” estaría dando un sentido de señalización y por lo tanto de seguridad o confianza. Ejemplo: él fue quien estaba junto a mí (dando respuesta a la pregunta “quién estaba junto a mí”)].
    ¿Cuándo no le debo poner acento? Cuando no te refieras a una pregunta o exclamación (observa con cuidado las oraciones anteriores).
    Cuando termines tu comida tendrás tu postre.
    Donde veas el árbol torcido da vuelta a la izquierda.
    Compara con atención:
    No sé para cuándo terminaré mi tarea.
    Cuando termine la tarea podré salir a jugar.
    Donde te vuelva a ver, te mato.
    ¿Dónde dejaste las llaves?
    Quien se atreva a tocar mi comida, recibirá su castigo.
    ¿Quién es Hideki Cuamatzi?
    Volveré como pueda.
    ¡Cómo te atreves a mentirme!
    He visto ahora cómo lo has hecho.
    Como pasta todos los días [Aquí podemos observar una particularidad del “como”: puede referirse tanto a la manera en que algo es realizado y a la conjugación del verbo “comer” en primera persona del presente (yo como pasta...)].
    Si hubiera sabido que se me haría tarde, habría despertado antes.
    ¿Qué color te gusta más?
    Cuando sea grande quiero ser piloto
    ¿Cuándo es tu cumpleaños?
  7. Este/Esta, Aquel (y similares) vs Esté/Está vs Éste, Aquél (y similares)
    No llevan acento cuando a lo que te estás refiriendo se encuentre seguido inmediatamente (o en la misma oración) del pronombre. Llevan acento cuando el objeto, persona o lugar se encuentra atrás del pronombre, por ejemplo, en una oración antecesora de donde estás usando la palabra ‘este’, ‘aquel’, etc. Las únicas excepciones son ESTO, ESO, ESTOS y ESTOS ya que NUNCA SE ACENTÚAN.
    [Hay una particularidad con “este”. Hay que fijarse en qué contexto se está utilizando, ya que cuando no lleva acento, puede referirse a una dirección cardinal: oriente. Es muy fácil identificar estas situaciones. Ejemplo: El Sol sale todos los días por el este/oriente.]
    Cuando se acentúan funcionan como pronombres; cuando no se acentúan funcionan como artículos (?).
    Compara con atención:
    Esto es lo más difícil que he visto en mi vida.
    Este perro me mordió
    Necesito éste y éste [No estás mencionando a lo que te refieres en la misma oración donde usas ‘éste’, por lo tanto, queda implícito que se trata de algo ya mencionado o tomado en cuenta (quedó “atrás” de la oración usada). Para que no llevaran acento, el enunciado quedaría así: “Necesito este y este" (como cuando se señala algo)].
    Aquel policía quiere mordida.
    No me refería a ti, sino a aquél.
    ¿Ha visto a esta sospechosa?
    ¿Y a ésta?
    Nota importante:
    En español, los signos de admiración e interrogación son dos: uno que abre la oración y otro que la cierra. En otros idiomas solamente se utiliza el que la cierra. Aunque nos dé flojera escribir el signo que abre la exclamación o interrogación, es necesario usarlo ya que nos indica el tono de la oración al leerla (así nos damos cuenta al principio de la misma y no al final, cuando ya nos hayamos equivocado al leerla).
    ¡Ah!… Y no es necesario utilizar más de uno.
    ¡No puedo creer cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos!
    No puedo creer, ¡cuánto tiempo ha pasado!
    No puedo creer cuánto tiempo ha pasado… ¡diez años!
    Para finalizar
    Como seguramente habrás podido observar, algunas palabras podrían cambiar completamente el significado de la oración, aunque por lo general no se nota ya que los lectores también ignoran estas reglas, mas no por eso podemos permitir que baje la calidad de nuestro trabajo.
    Estos han sido sólo algunos ejemplos importantes (y frecuentes) pero aún hay muchos que no se mencionan ya que de por sí es cansado leer muchos ejemplos sobre horrografía… perdón ortografía. Próximamente habrá más tips para que podamos dar a entender nuestras ideas sin posibilidad de malas interpretaciones (que podrían hacernos quedar mal).
    Actualización:
    La RAE permite que se omita el tilde para diferenciar ambas palabras (solo, sólo) desde la normativa ortográfica de 1999 la norma es acentuar esta “complicada palabra” cuando, además de actuar como adverbio, existe ambigüedad. Por ejemplo en este caso: - Pasaré solo este verano aquí. [en soledad] - Pasaré sólo este verano aquí. [solamente] En cualquier otro caso “solo” se debe escribir sin tilde.

UNA PERLITA : una duda que también es frecuente :

¿El tilde o la tilde?

Tan correcto es nombrar a la tilde con artículo femenino, como tratarla masculinamente EL TILDE. Por eso el Diccionario académico nos dice que este vocablo es ambiguo desde el punto de vista gramatical. Aunque añade que se usa mucho como femenino.

Don Manuel Seco, en su Gramática esencial del español, nos dice que hay unos pocos nombres que, sin cambiar su significación, se usan unas veces como masculinos y otras como femeninos.

El Diccionario panhispánico de dudas, por su parte, nos dice: "Admite los dos géneros, aunque hoy se usa casi exclusivamente como femenino". Por consiguiente podemos decir que, aunque la palabra admite tanto el artículo o el adjetivo masculino como el femenino (el tilde, la tilde), la tendencia actual es a considerarla femenina.

domingo, 22 de marzo de 2009

24 DE MARZO ....Día nacional de la memoria por la verdad y la justicia

“Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor olvidarse. Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas malas y tristes que no van a volver a suceder precisamente por eso, porque nos acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de nuestra memoria”
Graciela Montes
"Si la justicia no hace memoria, la memoria debe hacer justicia"
El significado histórico del golpe militar del 24 de marzo de 1976 produjo una transformación en la historia argentina y en los procesos sociales derivados de esas transformaciones. Uno de sus efectos principales fue la destrucción del tejido social del pueblo argentino, desarticulando las fuerzas populares de la sociedad civil.
Si bien en nuestro país hubo distintas interrupciones al orden constitucional, el golpe del 76 cobra particular relevancia pues, durante su vigencia, se produjeron de manera sistemática desapariciones de niños, adolescentes, jóvenes y adultos, cobrándose la vida de cientos de miles de personas vinculadas a la vida social, la cultura, la política y dirigentes populares...
Como La Cigarra (Composición: María Elena Walsh)
Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquíresucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal,
porque me mató tan mal,
y seguí cantando.
Cantando al sol,
como la cigarra,
después de un año
bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.
Tantas veces me borraron,
tantas desaparecí,
a mi propio entierro fui,
solo y llorando.
Hice un nudo del pañuelo,
pero me olvidé después
que no era la única vezy seguí cantando.
Cantando al sol,como la cigarra,
después de un año
bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.
Tantas veces te mataron,
tantas resucitarás
cuántas noches pasarás
desesperando.
Y a la hora del naufragio
y a la de la oscuridad
alguien te rescatará,
para ir cantando.
Cantando al sol,
como la cigarra,
después de un año
bajo la tierra,
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.




sábado, 14 de marzo de 2009

El hijo por Horacio Quiroga


Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación. La naturaleza, plenamente abierta, se siente satisfecha de sí.
Como el sol, el calor y la calma ambiente, el padre abre también su corazón a la naturaleza.
-Ten cuidado, chiquito -dice a su hijo, abreviando en esa frase todas las observaciones del caso y que su hijo comprende perfectamente.
-Si, papá -responde la criatura mientras coge la escopeta y carga de cartuchos los bolsillos de su camisa, que cierra con cuidado.
-Vuelve a la hora de almorzar -observa aún el padre.
-Sí, papá -repite el chico.
Equilibra la escopeta en la mano, sonríe a su padre, lo besa en la cabeza y parte. Su padre lo sigue un rato con los ojos y vuelve a su quehacer de ese día, feliz con la alegría de su pequeño.
Sabe que su hijo es educado desde su más tierna infancia en el hábito y la precaución del peligro, puede manejar un fusil y cazar no importa qué. Aunque es muy alto para su edad, no tiene sino trece años. Y parecía tener menos, a juzgar por la pureza de sus ojos azules, frescos aún de sorpresa infantil. No necesita el padre levantar los ojos de su quehacer para seguir con la mente la marcha de su hijo.
Ha cruzado la picada roja y se encamina rectamente al monte a través del abra de espartillo.
Para cazar en el monte -caza de pelo- se requiere más paciencia de la que su cachorro puede rendir. Después de atravesar esa isla de monte, su hijo costeará la linde de cactus hasta el bañado, en procura de palomas, tucanes o tal cual casal de garzas, como las que su amigo Juan ha descubierto días anteriores. Sólo ahora, el padre esboza una sonrisa al recuerdo de la pasión cinegética de las dos criaturas. Cazan sólo a veces un yacútoro, un surucuá -menos aún- y regresan triunfales, Juan a su rancho con el fusil de nueve milímetros que él le ha regalado, y su hijo a la meseta con la gran escopeta Saint-Étienne, calibre 16, cuádruple cierre y pólvora blanca.
Él fue lo mismo. A los trece años hubiera dado la vida por poseer una escopeta. Su hijo, de aquella edad, la posee ahora y el padre sonríe...
No es fácil, sin embargo, para un padre viudo, sin otra fe ni esperanza que la vida de su hijo, educarlo como lo ha hecho él, libre en su corto radio de acción, seguro de sus pequeños pies y manos desde que tenía cuatro años, consciente de la inmensidad de ciertos peligros y de la escasez de sus propias fuerzas.
Ese padre ha debido luchar fuertemente contra lo que él considera su egoísmo. ¡Tan fácilmente una criatura calcula mal, sienta un pie en el vacío y se pierde un hijo!
El peligro subsiste siempre para el hombre en cualquier edad; pero su amenaza amengua si desde pequeño se acostumbra a no contar sino con sus propias fuerzas.
De este modo ha educado el padre a su hijo. Y para conseguirlo ha debido resistir no sólo a su corazón, sino a sus tormentos morales; porque ese padre, de estómago y vista débiles, sufre desde hace un tiempo de alucinaciones.
Ha visto, concretados en dolorosísima ilusión, recuerdos de una felicidad que no debía surgir más de la nada en que se recluyó. La imagen de su propio hijo no ha escapado a este tormento. Lo ha visto una vez rodar envuelto en sangre cuando el chico percutía en la morsa del taller una bala de parabellum, siendo así que lo que hacía era limar la hebilla de su cinturón de caza.
Horrible caso... Pero hoy, con el ardiente y vital día de verano, cuyo amor a su hijo parece haber heredado, el padre se siente feliz, tranquilo y seguro del porvenir.
En ese instante, no muy lejos, suena un estampido.
-La Saint-Étienne... -piensa el padre al reconocer la detonación. Dos palomas de menos en el monte...
Sin prestar más atención al nimio acontecimiento, el hombre se abstrae de nuevo en su tarea.
El sol, ya muy alto, continúa ascendiendo. Adónde quiera que se mire -piedras, tierra, árboles-, el aire enrarecido como en un horno, vibra con el calor. Un profundo zumbido que llena el ser entero e impregna el ámbito hasta donde la vista alcanza, concentra a esa hora toda la vida tropical.
El padre echa una ojeada a su muñeca: las doce. Y levanta los ojos al monte. Su hijo debía estar ya de vuelta. En la mutua confianza que depositan el uno en el otro -el padre de sienes plateadas y la criatura de trece años-, no se engañan jamás. Cuando su hijo responde: "Sí, papá", hará lo que dice. Dijo que volvería antes de las doce, y el padre ha sonreído al verlo partir. Y no ha vuelto.
El hombre torna a su quehacer, esforzándose en concentrar la atención en su tarea. ¿Es tan fácil, tan fácil perder la noción de la hora dentro del monte, y sentarse un rato en el suelo mientras se descansa inmóvil?
El tiempo ha pasado; son las doce y media. El padre sale de su taller, y al apoyar la mano en el banco de mecánica sube del fondo de su memoria el estallido de una bala de parabellum, e instantáneamente, por primera vez en las tres transcurridas, piensa que tras el estampido de la Saint-Étienne no ha oído nada más. No ha oído rodar el pedregullo bajo un paso conocido. Su hijo no ha vuelto y la naturaleza se halla detenida a la vera del bosque, esperándolo.
¡Oh! no son suficientes un carácter templado y una ciega confianza en la educación de un hijo para ahuyentar el espectro de la fatalidad que un padre de vista enferma ve alzarse desde la línea del monte. Distracción, olvido, demora fortuita: ninguno de estos nimios motivos que pueden retardar la llegada de su hijo halla cabida en aquel corazón.
Un tiro, un solo tiro ha sonado, y hace mucho. Tras él, el padre no ha oído un ruido, no ha visto un pájaro, no ha cruzado el abra una sola persona a anunciarle que al cruzar un alambrado, una gran desgracia...
La cabeza al aire y sin machete, el padre va. Corta el abra de espartillo, entra en el monte, costea la línea de cactus sin hallar el menor rastro de su hijo.
Pero la naturaleza prosigue detenida. Y cuando el padre ha recorrido las sendas de caza conocidas y ha explorado el bañado en vano, adquiere la seguridad de que cada paso que da en adelante lo lleva, fatal e inexorablemente, al cadáver de su hijo.
Ni un reproche que hacerse, es lamentable. Sólo la realidad fría, terrible y consumada: ha muerto su hijo al cruzar un... ¡Pero dónde, en qué parte! ¡Hay tantos alambrados allí, y es tan, tan sucio el monte! ¡Oh, muy sucio ! Por poco que no se tenga cuidado al cruzar los hilos con la escopeta en la mano...
El padre sofoca un grito. Ha visto levantarse en el aire... ¡Oh, no es su hijo, no! Y vuelve a otro lado, y a otro y a otro...
Nada se ganaría con ver el color de su tez y la angustia de sus ojos. Ese hombre aún no ha llamado a su hijo. Aunque su corazón clama par él a gritos, su boca continúa muda. Sabe bien que el solo acto de pronunciar su nombre, de llamarlo en voz alta, será la confesión de su muerte.
-¡Chiquito! -se le escapa de pronto. Y si la voz de un hombre de carácter es capaz de llorar, tapémonos de misericordia los oídos ante la angustia que clama en aquella voz.
Nadie ni nada ha respondido. Por las picadas rojas de sol, envejecido en diez años, va el padre buscando a su hijo que acaba de morir.
-¡Hijito mío..! ¡Chiquito mío..! -clama en un diminutivo que se alza del fondo de sus entrañas.
Ya antes, en plena dicha y paz, ese padre ha sufrido la alucinación de su hijo rodando con la frente abierta por una bala al cromo níquel. Ahora, en cada rincón sombrío del bosque, ve centellos de alambre; y al pie de un poste, con la escopeta descargada al lado, ve a su...
-¡Chiquito...! ¡Mi hijo!
Las fuerzas que permiten entregar un pobre padre alucinado a la más atroz pesadilla tienen también un límite. Y el nuestro siente que las suyas se le escapan, cuando ve bruscamente desembocar de un pique lateral a su hijo.
A un chico de trece años bástale ver desde cincuenta metros la expresión de su padre sin machete dentro del monte para apresurar el paso con los ojos húmedos.
-Chiquito... -murmura el hombre. Y, exhausto, se deja caer sentado en la arena albeante, rodeando con los brazos las piernas de su hijo.
La criatura, así ceñida, queda de pie; y como comprende el dolor de su padre, le acaricia despacio la cabeza:
-Pobre papá...
En fin, el tiempo ha pasado. Ya van a ser las tres...
Juntos ahora, padre e hijo emprenden el regreso a la casa.
-¿Cómo no te fijaste en el sol para saber la hora...? -murmura aún el primero.
-Me fijé, papá... Pero cuando iba a volver vi las garzas de Juan y las seguí...
-¡Lo que me has hecho pasar, chiquito!
-Piapiá... -murmura también el chico.
Después de un largo silencio:
-Y las garzas, ¿las mataste? -pregunta el padre.
-No.
Nimio detalle, después de todo. Bajo el cielo y el aire candentes, a la descubierta por el abra de espartillo, el hombre vuelve a casa con su hijo, sobre cuyos hombros, casi del alto de los suyos, lleva pasado su feliz brazo de padre. Regresa empapado de sudor, y aunque quebrantado de cuerpo y alma, sonríe de felicidad.
Sonríe de alucinada felicidad... Pues ese padre va solo.
A nadie ha encontrado, y su brazo se apoya en el vacío. Porque tras él, al pie de un poste y con las piernas en alto, enredadas en el alambre de púa, su hijo bienamado yace al sol, muerto desde las diez de la mañana.



PARTE I




PARTE II



PARTE III

A LA DERIVA - HORACIO QUIROGA (ADAPTACIÓN- VIDEO)

A la deriva[Cuento. Texto completo]
Horacio Quiroga


El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.
-¡Dorotea! -alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Dame caña
1!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.
-¡Te pedí caña, no agua! -rugió de nuevo-. ¡Dame caña!
-¡Pero es caña, Paulino! -protestó la mujer, espantada.
-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
-Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito -de sangre esta vez- dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
-¡Alves! -gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
-¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! -clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.
El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.
¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.
¿Qué sería? Y la respiración...
Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...
El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
-Un jueves...
Y cesó de respirar.

Corazón delator de Edgar Allan Poe ( video 2)

AQUI LES DEJO UNA ADAPTACIÓN DE UN CUENTO DE POE ESTA EXCELENTE!!!! DISFRUTENLO!!!!!

domingo, 8 de marzo de 2009

DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER


El Día Internacional de la Mujer Trabajadora o también Día Internacional de la Mujer se celebra el día 8 de marzo y está reconocido por las Naciones Unidas. En este día se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo integro como persona. Es fiesta nacional en algunos países y es conmemorada por Naciones Unidas.
La idea de un día internacional de la mujer surgió al final del
siglo XIX en plena revolución industrial y auge del movimiento obrero. La celebración recoge una lucha ya emprendida en la antigua Grecia por Lisístrata, quien empezó una huelga sexual contra los hombres para poner fin a la guerra, y reflejada en la Revolución Francesa, las parisienses que pedían "libertad, igualdad y fraternidad" marcharon hacia Versalles para exigir el sufragio femenino, pero no fue hasta los primeros años del siglo XX cuando se comenzó a proclamar, desde diferentes internacionales de izquierda, la celebración de una jornada de lucha específica para la mujer y sus derechos.
¿Porqué se escogió el 8 de marzo para conmemorar este día?
Los antecedentes históricos no son muy explícitos. Sin embargo, se atribuyen dos hechos importantes y ocurridos ambos en la ciudad de Nueva York. *- El primero fue una gran marcha de trabajadoras textiles en el año 1857. Miles de mujeres marcharon sobre los barrios adinerados de Nueva York en protesta por las miserables condiciones de las trabajadoras. *- El segundo, ocurrió en 1908. Ese año 40,000 costureras industriales de grandes factorías se declararon en huelga demandando el derecho de unirse a los sindicatos, mejores salarios, una jornada de trabajo menos larga, entrenamiento vocacional y el rechazo al trabajo infantil. Durante la huelga, 129 trabajadoras murieron quemadas en un incendio en la fábrica Cotton Textile Factory, en Washington Square, Nueva York. Los dueños de la fábrica habían encerrado a las trabajadoras para forzarlas a permanecer en el trabajo y no unirse a la huelga.

viernes, 6 de marzo de 2009

Poema Mulata... de Nicolas Guillen

Nicolás Guillén escribió varios poemas sobre la situación social que vivía el hombre de tez oscura. El movimiento de la poesía negra (1928-1940) se integró a la poesía nacional por ser un elemento en la búsqueda del carácter nacional de los países hispanoamericanos; dentro de una protesta contra la injusticia social y explotación del capitalismo e imperialismo extranjero, la poesía ve al negro "desde dentro" esto implicaba hablar como él, pronunciar el español como él, sentir, llorar y reír como él. Guillén ha sido uno de los máximos exponentes de este género, ya desde Sor Juana se transcribía la pronunciación del negro en la poesía y se hacía uso de la onomatopeya para reproducir sonidos musicales negros, pero es en Cuba con Guillén, donde este movimiento alcanzó su plenitud. Su obra ha sido considerada la cumbre del movimiento por representar el proceso de transformación del negrismo africano al "latinoamericanismo", su poesía tiene un nuevo vigor, es rumba y son que canta y baila al ritmo de la poesía, la sensibilidad cubana integró la cultura africana en la poesía hispanoamericana. Sobre la Mulata escribió el siguiente poema:

MULATA...
Ya yo me enteré, mulata,
mulata, ya sé que dise
que yo tengo la narise
como nudo de cobbata.
Y fíjate bien que tú
no ere tan adelantá,
poqque tu boca é bien grande,
y tu pasa, colorá.
Tanto tren
con tu cueppo,
tanto tren;
tanto tren
con tu boca,
tanto tren;
tanto tren
con tu sojo,
tanto tren.
Si tú supiera, mulata,
la veddá;
¡que yo con mi negra tengo,
y no te quiero pa na!

Nicolás Guillén, 1930


En este poema de Nicolás Guillén (1902-1989), la mujer negra, es la esposa o compañera, mientras la Mulata es vista como objeto del deseo, ajena a la raza negra, su mestizaje es producto de otros valores sociales y su presencia es perturbadora de la integración familiar.
La Mulata surgió de un activo mestizaje iniciado durante la Colonia, la mezcla de dos razas dio por resultado un estereotipo de belleza y sensualidad que constituyó una fuente de inspiración en las corrientes artísticas de Hispanoamérica. Su valorización se ha dado dentro del contexto del placer, a diferencia de la mujer negra, compañera del hombre de color. La fusión de dos sangres y dos culturas han dado a esta mujer, una exuberante sexualidad que se describen en la poesía y narrativa hispanoamericana, no se la concibe como esposa del blanco ni del negro (V. supra. La Mulata de Nicolás Guillén), tampoco se la incluye dentro de una práctica religiosa-cristiana, ya que sus encantos han sido asociados a lo diabólico. La Mulata representa lo primitivo y lo salvaje, en oposición a la cultura y civilización del hombre blanco, reproduce el mito de la superpotencia sexual de la raza negra. A diferencia del negro, ella no maneja sentimientos y se le ha concebido a través del imaginario colectivo como imagen de la mujer fatal, que fascina y aniquila.