domingo, 22 de noviembre de 2009

El doctor Fausto

El Dr. Juan (o Jorge) Fausto, fue una persona de existencia real que vivió en Alemania entre fines del siglo XV y mediados del XVI. Los coetáneos que lo conocieron lo calificaban de hechicero, mago, alquimista, en resumen, un ser endemoniado que se decía capaz de hacer milagros como Cristo y que tenía un pacto con el diablo.

Sus historias tomaron magnitud de leyenda cuando murió en 1540 —en plena efervescencia de la reforma luterana— y comenzaron a circular varias historias sobre este embaucador hasta que en 1587 las recopiló Jonathan Spies y las publicó. En poco tiempo le siguió “La Trágica historia del Dr. Fausto” del célebre inglés Christopher Marlowe. A partir de entonces fue motivación para varios autores entre ellos Johann Wolfgang von Goethe (1749+1832)

En el siguiente ensayo publicado en la revista Ñ el escritor Alberto Manguel habla sobre el impacto de este personaje europeo en la literatura.



El doctor Fausto--ENSAYO BREVE.

La historia del doctor Fausto apareció impresa por primera vez en Alemania en 1587. Alberto Manguel recuerda aquí varias de las innumerables versiones que le siguieron y concluye que, en literatura, también hay quienes le venden el alma al diablo.

ALBERTO MANGUEL. . ESCRITOR Y ENSAYISTA ARGENTINO


El doctor Fausto es viejo; el doctor Fausto es nostalgioso. Lo último es privilegio de lo primero: los anhelos de la juventud son del mañana, nunca del ayer. Porque lo que busca el doctor es lo que ha perdido, o cree haber perdido, en su juventud lejana, tal como lo imaginara Christopher Marlowe en 1604 y Goethe casi dos siglos después. Fausto quiere acceder a la posibilidad del conocimiento y a la posibilidad del amor, a aquello que su asistente Wagner llama "iluminación" y a lo que Fausto se aferra: "¡Bello instante, no te esfumes!", clama con palabras que le presta Goethe. Para tal iluminación, la ciencia humana le parece poca y busca ayuda en la magia. Entonces aparece, como es fama, Mefistófeles.
Mefistófeles (en la versión de Goethe) se define como un fracasado: alguien que desea hacer el mal y que, a su pesar, hace el bien. Quiere ser absolutamente malvado pero algo se interpone, y sus endemoniadas argucias y artimañas no dan el resultado previsto. Este es uno de los rasgos más curiosos del demonio: a nosotros, como a Fausto, nos parece que el mal triunfa casi siempre, y damos como prueba las grandes y pequeñas miserias de nuestra vida, los horrores e infamias de nuestra historia. Pero para el demonio (que debería saber de estas cosas) no es así. A pesar de todo el sufrimiento humano, parece que el bien, a la larga, triunfa. Mefistófeles cree, como Corín Tellado, que todo tiene un final feliz y, curiosamente, a menudo tiene razón. Si bien en el Fausto de Marlowe las llamas del infierno se tragan al ambicioso doctor (que como un cobarde promete al final quemar sus libros si se salva, como si los pobres tuvieran la culpa de su ambición), el primer Fausto de Goethe concluye con la salvación de Margarita, la mujer que Fausto corrompió, y el segundo con la salvación del doctor. Son quizás estos intentos fallidos que le han dado a Mefistófeles tan mala reputación hoy en día. "De héroe a general, de general a hombre político, de político a agente del servicio secreto, y de allí a algo que espía por las ventanillas del dormitorio o del baño, y de allí a sapo, y por fin a serpiente: ésta es la carrera del demonio", escribió C. S. Lewis.

Pero el doctor Fausto insiste. Así lo entendió Thomas Mann, y bajo el seudónimo de Adrian Leverkühn hizo que Fausto volviera a aceptar el terrible e ineficaz pacto. A través del fracasado poeta Enoch Soames, Max Beerbohm propuso una versión británica de la tragedia; a través de la ópera de Gounod, Estanislao del Campo redactó una versión gaucha; en medio del horror staliniano, Mikail Bulghakov soñó una versión rusa. La historia del doctor Fausto apareció impresa por primera vez en Alemania en 1587; le siguieron innumerables versiones, incluida una obra para títeres que Goethe vio de niño y que sin duda alimentó sus pesadillas de adulto.

En siglos pasados, cuando el trueque de un alma era considerado un acto tremebundo, las cosas eran para Mefistófeles relativamente sencillas, tuviese éxito o no. Hoy, cuando el alma tiene infinitamente menos prestigio, y cuando a diario se truecan almas contra nimiedades como una finca en Marbella o un puesto en un gabinete ministerial, la tarea de Mefistófeles es, paradójicamente, más difícil. Perder el alma a cambio de una pobretería otorga al alma el valor de poca cosa, y Mefistófeles (que también es banquero) anhela lo valioso. Por eso el Fausto de hoy no busca ni conocimiento ni amor, sino fama, suceso popular, nombre en las carteleras. Y aquí Mefistófeles está en su elemento. ¿Quieres ser un autor popular?, le dice a Fausto. ¿Quieres vender millones de ejemplares de tu libro? Trato hecho: tendrás pilas de tus obras en la Fnac y en El Corte Inglés; aparecerás a la cabeza de los best—séllers internacionales; te comprarán los derechos para hacer una película con Tom Cruise en el rol del héroe; viajarás en clase ejecutiva y te mudarás a Irlanda de manera de no tener que pagar impuestos. Y para obtener todo esto no tendrás que perder casi nada, salvo la calidad artística, el estilo, la gramática, la invención narrativa, la responsabilidad moral, la posición ética, el agradecimiento de los lectores futuros, el respeto de tus contemporáneos. El alma.

Texto publicado en Revista Ñ sábado 05 de mayo de 2007---->http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2007/05/05/u-02201.htm


LINKS acerca de fausto--->

http://es.wikipedia.org/wiki/Fausto

http://www.proyectopv.org/1-verdad/fausto.htm

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